Los dones de la imperfección - Brené Brown

 Los dones de la imperfección: el valor de ser suficiente

En un mundo que premia la productividad y la imagen, ser suficiente parece un acto de rebeldía. Brené Brown, investigadora y referente en el estudio de la vulnerabilidad y la vergüenza, nos recuerda en Los dones de la imperfección que la plenitud no se alcanza cuando lo tenemos todo bajo control, sino cuando dejamos de fingir que lo tenemos.

Su propuesta, sencilla en apariencia, es profundamente humana: vivir desde la autenticidad, la compasión y la conexión. Aceptar que la vulnerabilidad no es una debilidad, sino la base de todo vínculo genuino. En consulta, veo con frecuencia cómo el perfeccionismo y la autoexigencia acaban funcionando como escudos: nos protegen del miedo a no ser suficientes, pero también nos alejan de los demás… y de nosotros mismos.


Brown identifica una serie de prácticas —que ella llama “dones”— que ayudan a cultivar lo que denomina una vida plena:

  • Dejar de complacer: elegir la honestidad antes que la aprobación.

  • Practicar la autocompasión: tratarnos con la misma empatía que ofreceríamos a alguien a quien queremos.

  • Cultivar la gratitud y la creatividad: recordando que la comparación es la raíz del desgaste emocional.

  • Aceptar la vulnerabilidad: mostrarnos tal como somos, incluso cuando eso implica no tener todas las respuestas.

Desde la psicología, este mensaje conecta con los principios de las terapias de tercera generación, que promueven la aceptación, la flexibilidad psicológica y la coherencia con los propios valores. No se trata de eliminar el malestar, sino de aprender a sostenerlo sin que nos defina.

Vivir con los “dones de la imperfección” implica permitirnos descansar del papel de evaluadores constantes de nosotros mismos. Es entender que el bienestar psicológico no surge de hacerlo todo bien, sino de poder mirar nuestras luces y sombras con amabilidad.


La invitación de este libro no es ser mejores, sino ser más humanos. Y en un tiempo donde la exigencia es norma, quizá eso sea lo más transformador que podemos permitirnos.

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